sábado, 28 de agosto de 2010

Corazón de una bestia, como tú

 Me besó de nuevo, un beso delicioso y prolongado, era la primera vez que me daba cuenta de
que un beso antes de hacer el amor podía ser tan delicioso, calmado, nada apresurado, capaz de
aumentar aún más el deseo. Sus innumerables vellos finos y dorados parecían un sinfín de rayos
disparados por el sol que se pegaban cariñosos y apasionados a mi cuerpo. Con la punta de la
lengua impregnada de ron lamía mis pezones y poco a poco descendía... La sensación fría del licor
y el calor de su lengua me hacían perder la razón, sentí los fluidos de mi vagina correr y luego me
penetró, su órgano que atemorizaba por el tamaño me provocó un ligero dolor:
—No —grité—, no sigas.
Él sin la más mínima piedad no paró ni por un momento. El dolor no tardó en convertirse en
profundo placer, abrí grandes mis ojos y lo miré con rechazo y deseo a la vez, su cuerpo blanco
brillante a la luz del sol me excitaba, imaginé cómo se vería con un uniforme nazi, con botas y
abrigo de piel. Cuánta bestialidad y crueldad en esos ojos azules de alemán. La imaginación
aumentó el placer en mi carne. "Toda mujer adora a un fascista, la bota en la cara, brutal, brutal
corazón de una bestia, como tú..."
escribió alguna vez Sylvia Plath, la mujer que se suicidó
metiendo la cabeza en un horno. Cerré los ojos para escuchar su resuello, una que otra palabra en
alemán, esa voz que había escuchado en mis sueños, y llegó al punto más sensible de mi vagina,
pensé que iba a morir, él continuó y luego un orgasmo de ocupación y de abuso acompañó mis
gritos.

Shanghai Baby.


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